Jesús lo sabía muy bien y aunque hubo situaciones dolorosas, extremadamente difíciles, que se pudo evitar, no ha habido valiente como El sobre la tierra, ni hombre que tenga tan claro su diseño y propósito en el paso por la tierra. Por eso Jesús le puso todo el amor al Plan de Salvación y redención donde El sería el protagonista, viviendo paso a paso el tiempo y la hora debajo del cielo hasta llegar al final.
En Mateo 16.21 está escrita la conversación de Jesús con sus discípulos donde decía que era necesario ir a Jerusalem, aún cuando sabía lo que iba a padecer de los ancianos, de los principales sacerdotes, escribas, del pueblo romano pues lo querían matar. ¿Por qué entonces Jesús quería volver a Jerusalem? si aún el grupo de sus acompañantes tenían expectativas diferentes a las de El y muchas veces tampoco lo entendían.
Jesús sabía lo que le esperaba, así lo dice en Juan 3.14 y 15 y Juan 12.32 y 33. Y si tenía una aflicción Jesús, de la cual se podía librar, pero pesaba más su amor a la humanidad que allá en el Getzemaní, en medio de lágrimas y sangre de angustia aceptó la voluntad del Padre y fue llevado para ser levantado en una cruz, como se levantaban en un madero a todos los enemigos de Dios. Según Josué 8.29 y 10.26 eran Malditos. Esa era la angustia de Jesús.
Sin embargo Jesús sentía la urgente necesidad de volver a Jerusalem. ¿A qué? ¡A Resucitar!. No veía Jesús los momentos crueles que lo esperaban sino la Gloria de volver al Padre después de cumplir con el propósito por el cual fue enviado. No hubo nada ni nadie que pudiera sacar a Jesús de su propósito y diseño. Jesús el Cordero de Dios para Salvar las almas de la muerte eterna, reconciliándolas con el Padre.
¡Tenía que resucitar!, de lo contrario vana sería nuestra fe. Su resurrección era el principio de una nueva generación de hijos de Dios. Hombres y mujeres que sin ver creyeron, la generación celestial, aquella de la que Dios habla a Abraham: Tan grande como las estrellas del cielo.
Hoy Jesús está sentado a la diestra del Padre y Su Nombre es sobre todo nombre y sólo en El hay Salvación.
Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Espera confiadamente en el Señor. El hará. Las aflicciones de este tiempo en nada se comparan a las glorias venideras.