jueves, 17 de febrero de 2011

no hay dios fuera de El.


Muchas veces los hijos de Dios nos lanzamos a nuevos proyectos suponiendo que Dios está en el asunto porque El nos dio la oportunidad y por lo tanto aquello está listo para ponerlo en marcha pero, en medio del camino, nos damos cuenta que dentro de nosotros hay una molestia, hay una inquietud que como alerta nos avisa que debemos detenernos un momento, reflexionar y preguntarle al Espíritu Santo cuál es la razón de esa inquietud.

El Espíritu Santo que nos lleva a toda verdad nos muestra que sin darle la honra al dador de oportunidades no pusimos en sus manos el proyecto y arrancamos y caminamos animado, llenos de emociones.
Es necesario que descienda a nuestro corazón, lo que nuestra mente sabe muy bien; si podemos ver las manos de Dios en todas nuestras cosas, podamos dejar todas nuestras cosas en  sus manos.
Desafortunadamente de las contaminaciones más difíciles de despojarnos son los temores, al extremo de temer dejarle todas nuestras cosas en las manos del Señor, creyendo tontamente, que en nuestras manos están más seguras.

Acaso no fue ese el error de Moisés por temor a que el pueblo de Dios muriera de sed en el desierto, golpeó la roca para que brotara agua, olvidándose que era Dios quien había sacado a los hebreos de Egipto hacia una tierra prometida, cómo pues dejarlos morir de sed. Aquello le costó a Moisés no entrar vivo a la tierra de Canaán.
Y qué del error de Abraham y Sara quienes por temor a que no se cumpliera la promesa pensaron hacerlo mejor que Dios y aquella equivocación es hasta hoy el peor enemigo del pueblo de Israel, el pueblo de Ismael.

¿Será que la contaminación de Adán y Eva aún late en nosotros que como ellos nos sentimos muchas veces pequeños dioses y cometemos el terrible error de querer ocupar el lugar de Dios, tomando las cosas en nuestras manos?

¿Será que sin el favor de Dios, sin el poder de Su Palabra, sin la autoridad de Su Nombre podemos detener alguna tempestad? No, siempre será no. Ya lo dijo Jesús: Sin mí, nada podéis hacer.
Por eso hoy, si te encuentras estancado o afligido por lo que has emprendido, detente, dobla tus rodillas delante del Señor, pídele perdón y pon en sus manos tu proyecto aunque tengas tiempo de haber empezado. Búscalo en secreto y Él que es fiel te recompensará en público.

El anuncia y cumple las cosas nuevas


He aquí se cumplieron las cosas primeras y yo os anuncio csas nuevas, antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.

En algunas ocasiones he tenido la oportunidad de ver la parte de una película que, no importa cuántas veces la vea, siempre deleita mi corazón y es que trata de momentos en que Dios habla con Abraham.

Con aquella voz portentosa pero apacible, Dios da a Abraham una increíble promesa y aunque para Abraham era imposible sabía que lo había dicho El; Si, el Dios Eterno, El Gran Yo Soy.

Pasó el tiempo y las circunstancias negaban lo prometido por Dios y Abraham se desanimaba pero la voz de Dios sonaba en sus oídos y en su corazón. ¡El lo dijo! ¡Yo se que El lo dijo!
Su voz tiene tal hermosura que es inconfundible. Llega el día del cumplimiento de la promesa y fíjate, mientras Sodoma y Gomorra eran destruidas, la vida nueva empezaba para los hijos de Dios. Ese día empieza la gestación de Sara. Aleluya.

Aquellos tres hombres que los visitaron parecían ser hombres comunes pero, al abrir su boca uno de ellos, Abraham se queda asombrado. Era la voz que ya conocía; la voz del mismo Dios frente a él recordándole la promesa y que era el momento de su cumplimiento.

Comían, platicaban, reían y de pronto Dios le anuncia el plan que tiene para Sodoma y Gomorra. Abraham sorprendido pensaba cómo el Dios Eterno le comunica sus planes y lo visitaba.

Puede ser que ahora mismo sientas que estás pasando por un desierto y que El Señor se olvidó de ti como muchas veces lo pensó Abraham pero, de la misma forma que le cumplió a Abraham, dará cumplimiento a tus promesas porque las primeras cosas ya se cumplieron, yo os anuncio cosas nuevas, antes que salgan a luz, yo os las haré saber.