domingo, 28 de agosto de 2011

El favor del Señor



Todos los días al acostar o en momentos de reposo podemos declarar el amor y fidelidad de Dios. Muchas veces también al sentarnos o acostarnos nos sentimos confundidos por lo que nos aconteció o por lo que dejó de acontecer y tenemos que quedar callados, frustrados, confundidos y muchas veces enojados. Si, enojados al extremo de pelear con el mismo dios. Pareciera que creemos saber más que El Señor.

Cómo entender en estos momentos que sus pensamientos no son nuestros pensamientos y que sus pensamientos son de bienestar para nosotros y no de calamidad para que alcancemos el fin que esperamos. Parece que lo que vivimos en nada se parece o coincida con estas promesas.

Es bueno reflexionar sobre todas las veces que El Señor nos ha sorprendido cuando al pasar de los días, aquello que no te resolvió, aquello que creíste no te escuchó o no respondió, era justamente porque no te convenía y con aquel silencio el Señor solo nos evitó que camináramos hacia la trampa de un malvado o hacia los planes de maldad que el enemigo maquina contra los hijos de Dios.

Cómo poder entender que aquel acenso  laboral que habías soñado pudo ser una trampa y por eso delante de tus ojos se cerró la puerta y otro se sentó en “tu lugar”. Dónde está nuestro Dios es la pregunta. Pero luego al pasar unos pocos días, semanas o meses tal vez nuevamente tus ojos se sorprendan porque delante de ti sale a luz la verdadera treta de aquellos de los cuales te libró tu Dios y solo puedes dar gracias de que aunque Dios parecía en silencio estaba trabajando a tu favor.

Si, es su promesa, pasar por agua sin anegarnos y pasar por fuego sin quemarnos y El siempre va a cumplir. Es tiempo hoy, de no pasar por alto el accionar de Dios a tu favor y verás que cada vez serán mejores sus favores.

El es quien pelea tus batallas, tú solo escóndete bajo su manto, pues mi Dios no va a fallar.