Muchas veces alabamos a Dios declarando su soberanía, pero
realmente desconocemos el significado de éste atributo de Dios y en algunos
casos nos ha causado temor o desánimo creer
que Dios en su soberanía no nos va a dar lo que le pedimos porque no hemos
hecho nada para merecerlo o que no valemos tanto como para que nos escuche y
peor aún, para que nos responda pues hacemos tan poco para El. Esto solo demuestra que desconocemos de su
soberanía.
En la soberanía
de Dios podemos encontrar su misericordia y su compasión.
Vemos en el caso de aquel centurión, que sin ser parte del
pueblo de Dios, Jesús atiende a su suplica y se hizo como ese centurión creyó y
deseó. Mateo. 8:05-13.
Por otro
lado vemos como Jesús en su compasión,
atiende la necesidad de aquella viuda que llevaba entre lágrimas y
aflicciones a su hijo muerto. Sí, Jesús tocó al muerto volviéndolo a la vida y
con ello a su madre viuda pues este hijo no solo era el amado sino el sostén de
la madre Mateo. 15: 1-28
Entonces
las escrituras nos enseñan que Dios se mueve con misericordia con auellos que no son sus hijos pero que creen “que le hay”.
Y se mueve a compasión con sus hijos aun en los momentos en los que la
fe está dormida, enferma o muerta por el dolor, la tristeza, la angustia, y
otros, como escribía en el tema anterior.
Así es su
soberanía. Dios hace como quiere y con
quien quiere y no ha escondido su amor al mundo, mucho menos a sus hijos.
Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia y tendré compasión del que yo tenga compasión
dice el Señor.
No depende
del que quiere o del que corre sino de Dios y por esto no depende de lo que
haces o no haces en su obra ni si estas en una grande o pequeña congregación,
si lo mereces o no lo mereces, sino porque Dios es soberano.
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