Salmo 4.8: En paz me acostare y asimismo dormiré porque tú Señor me haces vivir confiado.
Que hermosa porción que a mi vida y a la vida de muchos hijos de Dios, estoy convencida ha sostenido. Sin embargo que ha pasado con el sueño, el dormir en paz si por los médicos y farmacias desfilan hijos del Señor tratando de calmar su ansiedad y angustia.
Es que hasta el más fiel tiene momentos de duda que le quitan el sueño y vemos a Abraham y Sara con un hijo fuera de la promesa, a Moisés golpeando la roca, a Juan el Bautista preguntando si era o no Jesús el Mesías que había profetizado, reconocido y bautizado en el Jordán, aún viendo abrir los cielos y descender el Espíritu Santo sobre Jesús y oír la voz majestuosa del Padre diciendo: Este es mi hijo amado, en el que tengo contentamiento. ¡Sanntoo!
¿Cómo los hijos de Dios se olvidan tan pronto de esos momentos de relación e intimidad con el Dios Eterno y cualquier inmunducho lo hace temblar y dudar hasta perder el sueño?
Siempre, siempre la carne nos hace fallar.
Bendito sea Jesús, que no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse porque la obra que empezó en nosotros la va a terminar, hoy la está perfeccionando y ese es el sufrir, pero el cumplimiento de sus promesas está muy cerca y el cumplimiento de Su Palabra nos hará acostar y dormir en paz. Aleluya.
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