martes, 22 de diciembre de 2009

Levántate, sigue la carrera


El domingo recién pasado tuve la oportunidad de visitar una congregación muy grande a la que pertenecí por algún buen tiempo. No puedo olvidar que cuando llegué a ese lugar mi fe estaba enferma porque había vivido una etapa donde todo lo que me sucedía era lo contrario a lo que el Señor me había prometido.  Durante aquel tiempo Dios solo hablaba, a través de varios pastores de fe y fe, mas fe; no cabía la duda que El me había llevado a ese lugar para restaurar, fortalecer y accionar mi fe.

Cuando tuve que moverme de esa congregación mi mente y corazón habían sido renovados. Cada vez que puedo la visito, he recibido tanto allí.

Ingresé al templo, creí que había llegado muy temprano pues había muy pocos hermanos. Esperé poco para ver el inicio del “Culto al Señor” y solo estaba el 5% aproximadamente de la congregación y al terminar apenas era el 10%.

¿Qué pasó con los miles que llenan el templo? Es que el pastor general no iba a predicar, no estaba; entonces al 90% que faltaba no les interesaba lo que otro pastor dijera como si Dios no iba a hablar a través de éste lo que tenía preparado para sus hijos.

¿Qué nos pasa? ¿Acaso no al principio de nuestro caminar con Jesús en todo queríamos oír su voz y su Palabra?

Recordé entonces Apocalipsis 2.4, una porción sobre la cual mi pastor había predicado por varios días y que a veces creemos ingenuamente  nunca va a suceder.

Ya Pablo en 1ª. Corintios 9.26-27 habla de la responsabilidad que sentía de no quedarse sentado a la vera del camino viendo pasar a los que no se cansaron, no se rindieron, que probablemente resbalaron, tropezaron, se hirieron, sufrieron sed, deshidratación, codazos, empujones de los que los rodean; el sol que quema, el aire que falta, los vientos contrarios que se vuelven resistencia al competidor pero no los detiene nada, van hacia la meta, a terminar la carrera, a recibir la corona incorruptible.

Corremos el peligro hermanos, de descuidarnos, de acomodarnos en nuestra carrera y lo peor, perder el primer amor, al que nos llamó para correr con El esta carrera.

La vida es esa carrera en la que vamos experimentando diversas etapas, recibiendo galardones según la prueba vencida pero también un abastecimiento que solo el amor, el poder y el cuidado que la mano de Jesucristo nos puede dar.

El es el agua que quita la sed y el pan de vida. Pablo nos aconseja en Filipenses 3.13-14 proseguir a la meta para poder decir al final de la vida como dijo Pablo: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 2ª. Timoteo 4.7

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