jueves, 24 de septiembre de 2009

Actitudes que vencen las circunstancias

Somos reyes y sacerdotes, así ha dicho el Señor y muchas veces cumplimos con el papel de sacerdotes, siendo la cabeza o la ayuda idónea que se necesita en el hogar; tenemos nuestro altar familiar encendido, somos diezmadores, ofrendadotes, sembradores, ayudamos a los pobres, servimos en la obra del Señor y predicamos las Buenas Nuevas de Salvación, proclamamos el Nombre de Cristo, pero nos resulta difícil creer que somos reyes, aún cuando Dios nos lo ha dicho; talvez porque queda el temor de confundir o relacionar reyes con dioses como Satanás un día dijo a Adan y Eva, pero son términos completamente diferentes, Dios sí sabe lo que nos dice: Somos reyes.

Muchas veces llegan a nuestra vida, circunstancias que no solo se van a vencer con oración, ayuno o siembras sino con una buena actitud recordando que Dios nos hizo reyes y que debemos enfrentarnos a las circunstancias, a la batalla, con expectativas, por supuesto, de victoria. ¡Somos Conquistadores! Y él ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra vida.

Entonces, frente a estas circunstancias, batallas u obstáculos ¿Qué debemos hacer?

  1. Ver la victoria, no la derrota. Ver las promesas. Cuando David se presentó frente a Goliat, él vio las promesas de su rey Saúl. 1 Samuel 17.25 Le creyó a Dios de poder recibir esas promesas y en Su Nombre vio la victoria y derrotó a Goliat, aquel gigante que se burló de él y lo amenazó. Los que nos persiguen, nuestros enemigos serán destruidos y nunca más los veremos, lo que veré será la Victoria.

El Lugar de donde salimos a guerrear siempre será menor que el que nos tiene preparado el Señor. El nos abrirá camino, solo debemos caminar para poder conquistar la tierra que él nos ha prometido.

  1. Jehová pelea por mí y estaré tranquilo. (Exodo 14.14) Mía es la guerra dice el Señor y mía la venganza. El que toca a mis hijos, la niña de mis ojos toca. El que pelea contra ti, yo, dice el Señor, no voy con él y delante de ti caerá. Jehová es escudo alrededor de mí, mi gloria y el que levanta mi cabeza, porque nos ha puesto por cabeza y no cola. Somos reyes y príncipes de su Reino.
  1. Hay momentos para orar y momentos para marchar. Exodo 14.15. Cuando oramos le presentamos las circunstancias, problemas u obstáculos al Señor. El nos da las estrategias para vencer cualquier situación. Imaginemos lo que sintió Moisés cuando Dios le dice que extienda su mano sobre el mar, que alce su vara y divida el mar en dos y que pase al pueblo por en medio y sobre la tierra seca. Si Moisés hubiera tenido tiempo para pensar y analizar la orden de Dios, quién sabe qué hubiera hecho, no digamos el pueblo; pero hay momentos en que solo tenemos que obedecer y ordenarle a nuestra mente y a nuestro cuerpo marchar bajo la orden, la Palabra de Nuestro Dios.

No había tiempo de orar porque lo que vivían ya era parte de la respuesta a sus oraciones: Salir de Egipto. Muchas veces nos sucede los mismo, tenemos la respuesta a las oraciones que hemos hecho y cuando llega la respuesta no sabemos qué hacer y queremos seguir orando, recibiendo confirmaciones cuando lo que corresponde es marchar.

Una hermana durante tres años pidió al Señor le enviara un buen inquilino para su casa, que ya le quedaba muy grande. Cierto día se presentan varias personas que buscaban una casa grande para poner un sanatorio y habían buscado en la ciudad sin hallar lo que deseaban. La hermana recordó sus oraciones y sus siembras y al instante les dijo: Yo tengo una. Esta. Marcharon hacia la casa, la vieron y les pareció maravillosa y como les urgía se dieron 15 días para hacer el contrato y buscar trasladar todo a otro lugar.

Fue algo duro, un gran trabajo, pero había que marchar, caminar hacia lo nuevo, lo mejor, lo que Dios había respondido. Ahora la hermana goza de aquel fruto de su buena decisión de marchar sobre las promesas de Dios y en la certeza de que nunca seremos avergonzados los que hemos confiado en él.

  1. Dios busca gente de fe que busque partir obstáculos. Para moisés no fue difícil partir el mar, que como obstáculo a las promesas de Dios, tenía al frente. Solo le creyó a su Dios en aquellas circunstancias, obedeció y declaró su Palabra y el mar se abrió en dos. Moisés sabía que Dios no los había llevado hasta allí para volver atrás, o para caer en manos de sus enemigos. Su fe lo fortaleció pues sabía que no sería avergonzado por haber confiado en él.

Como reyes debemos ir a la conquista porque el Señor dice que todo lo que pisen nuestros pies, él lo entrega en nuestras manos y es nuestro. Deuteronomio 11.24.

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