jueves, 24 de septiembre de 2009

Jesucristo decreta en la cruz

Hace algunos días la Palabra que tenía de Dios a través de sus siervos era de reflexión acerca del tiempo que se está viviendo y oíamos crisis por aquí, crisis por allá, porque el Señor no quiere que caminemos en ignorancia o ciegos, porque escrito está que el pueblo antiguo se quedó tirado en medio del desierto por falta de conocimiento. El siempre nos equipa. Con qué propósito? Para que estemos listos para la batalla.

Entonces, qué sucede cuando nuestra vida es asechada por las tinieblas. Que hacemos? ¿Nos quedamos tirados, llorando y temblando? O peor aún blasfemando contra Dios como lo hizo Job? O nos levantamos con todo y carga y comenzamos a declarar y confesar los pensamientos de bien que Nuestro Dios tiene acerca de nosotros para darnos el fin que esperamos?

Hoy mas que nunca debemos recordar y declarar el sacrificio incomparable de Jesús en la cruz, porque no solo nos salvó de la muerte eterna, nos reconcilió con el Padre Celestial, derrotó y avergonzó a Satanás y sus huestes y principados (Colosenses 2.15) Sino decretó una serie de promesas y bendiciones que ninguna tiniebla puede anular. Fue consumado, todo fue hecho por nosotros.

Por eso cuando llegue el enemigo a contradecir la Palabra de Dios y las circunstancias que nos rodean y se vuelven adversas volvamos nuestra mirada a la cruz, que pasó allí?

¿Será que Jesús llevó todo el dolor, la burla, la soledad, la desnudez, las llagas en su cuerpo, los latigazos, la corona de espinas, la opresión del mundo y de las tinieblas en vano?

En cada momento, en cada circunstancia vividos por Jesús, decretó a nuestro favor anulando el acta de los decretos que había contra nosotros que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la Cruz. (Colosenses 2.14)

Jesús decretó que por sus llagas somos sanados (1 Pedro 2.24) Entonces las enfermedades son tinieblas que están en el cuerpo del hijo de Dios ilegalmente. No tienen arte ni parte en nuestra vida. Tenemos todo el derecho y autoridad para echarlas fuera en el Nombre de Jesús y ordenarles que dejen libre de opresión nuestro cuerpo.

Una enfermedad nunca viene de Dios, porque El no puede dar de lo que no tiene. Allá en el cielo no las hay, por lo tanto no las puede desatar para la tierra. Jesucristo desea que tengas salud; ahora recíbela, tómala. (3 Juan 1.2) Jesús decretó que desea que seamos prosperados en todo, por lo tanto, la pobreza, la escasez, no vienen de Dios porque en el cielo hay prosperidad, calles de oro, alabanza, adoración, exaltación, honra y eso es lo que Dios tiene preparado para ti.

Jesús decretó que la riqueza de los pecadores están reservadas para los justos (Proverbios 13.22) Ningún pecador te puede quitar lo que Dios te ha dado o te ha prometido. Tenemos el derecho de reclamar lo que nos ha sido robado, es tiempo de restitución.

Todas las estafas, las deudas, traiciones y engaños que los injustos te hicieron el Señor que es bueno y es tu Padre te va a honrar con restitución, no sólo de lo perdido sino del tiempo que se comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta.

Por último, por hoy, Jesús decretó que todo lo que pidamos al Padre en Su Nombre, él lo hará (Juan 16.23) Y Jesucristo que es nuestro abogado está intercediendo por ti y por mí delante del Padre. Acércate confiadamente al Padre.

No hay nada ni nadie que pueda anular los decretos de Jesucristo a tu favor. Aleluya!

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