jueves, 24 de septiembre de 2009

La Autoridad

Hace unos días platicaba con una de mis hijas de los problemas, falta de respeto del resto de sus compañeros hacia el jefe; del disgusto que había porque el jefe delegaba su autoridad en un compañero que era conocido como acosador de jovencitas, abusivo y falto de respeto hacia los demás, a pesar de tener una buena preparación académica.

Meditábamos acerca de lo difícil que es tener autoridad, porque lo más difícil es caminar con rectitud o solvencia e integridad.

Eso nos hizo pensar en los diferentes hombres en los que Dios delegó autoridad o bien en aquellos a quienes los hombres la otorgan. Entonces quedó claro que hay dos clases de autoridad: La formal y la moral.

La autoridad formal tiene límites, es dada.

La autoridad moral: es la que tiene poder porque se obtiene, nos la entregan voluntariamente los que nos rodean por las buenas actitudes, es consecuencia de una buena consciencia que es la voz de Dios.

Recordemos que el ser humano se compone de cuerpo, alma y espíritu (muerto o vivificado) donde el cuerpo es la anatomía, fisiología o morfología; El alma son las emociones y sentimientos; el espíritu, la consciencia, intuición, comunión (de mi espíritu con el Espíritu de Dios)

La consciencia es la que nos dice qué está bueno y qué está mal. La consciencia es la voz de Dios, no se puede descuidar, hay que oírla. Por esta razón la consciencia nunca está de nuestra parte sino de parte de Dios.

De no oírla se cauteriza y nos volvemos mentirosos, engañadores, hipócritas (1 Timoteo 4.2; Tito 1.15-16)

La autoridad moral se basa en la ética, unidad e integridad. Estamos equipados por Dios con principios, inteligencia (física, mental, emocional y espiritual y derecho de elección (libre albedrío) Deuteronomio 28.1.

Quiénes somos pues, cuando nadie nos ve o nadie nos oye? Cómo nos acercamos a Dios ¿Sin doble ánimo? O queriendo callar la conciencia?

Preocupémonos más de la consciencia que de la reputación porque la conciencia nos dice quienes somos y la reputación dice que los demás creen de nosotros por nuestros actos.

Los fariseos tuvieron autoridad formal, Jesús autoridad moral. A él sea la Gloria.

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